jueves, 23 de abril de 2015

¿De qué manera son observados, analizados, entendidos, intervenidos y documentados los fenómenos socioculturales de una región?



Los fenómenos socioculturales, por pertenecer a un amplio abanico inter y transdisciplinario, permiten varias opciones de observación, interpretación e intervención y tienen un componente primordial y es la actitud, que frente a ellos, asume el sujeto que los vivencia.
De ahí que pueda plantearse el siguiente interrogante ¿Cuál debe ser actitud propia frente  al peligro, a la indignación o a la impotencia que  representa para el  presente y futuro social de determinado grupo como fenómeno sociocultural?;  pero debe agregarse que “interactuar en las prácticas sociales” locales relacionadas con labores comunales y con acciones de promoción de liderazgos hoy no es tarea fácil; por el contrario implica comprometer hasta los propios principios en aras de intereses individuales o de organizaciones “politiqueras” y se depende de lo que diga el Diputado, el Representante o el Senador de la región, interesado en manipular para mantener su acción de dominación y acrecentar su  “feudo electoral”.
Los líderes sociales de décadas anteriores luchaban, junto a sus comunidades, en verdaderas acciones comunales, como por ejemplo la construcción de la escuela, el salón comunal o  la capilla,  la construcción de alcantarillados, redes de acueducto y alumbrado público, la construcción y mantenimiento de caminos y carreteras  veredales, los campos deportivos y muchas otras acciones en beneficio de sus gentes con bazares, fiestas y jolgorios, jornadas de salud, de capacitación, de esparcimiento, sin distingo alguno de condición social o económica; sábados y domingos eran entregados, con alegría y gusto, a estos menesteres, compartiendo una olla común en la cual siempre había un plato más.
Estas prácticas sociales y su discurso, como acción histórica del sujeto, cumplían con lo que según Hugo Zemelman, requiere un discurso con sujeto actuante y una construcción, no de sujetos ilustrados,  sino de sujetos con “capacidad de construir con inteligencia, voluntad, emoción y compromiso”. Lo mismo sucedía con quienes eran distinguidos como representantes de su pueblo en los Concejos Municipales; fueron honestos, leales y comprometidos con proyectos, programas y planes de desarrollo en pro del interés general.
Hoy, desafortunadamente, las circunstancias son otras; el líder comunal, en muchos casos,  ya no tiene en  la mira la lucha por su comunidad,  sino su propia promoción dentro de grupos económico políticos que los absorben para que les trabajen en la consecución de los votos que los consolidan y que amarran la contratación pública y por lo tanto corrompen sus conciencias.
El sujeto histórico debe plantarse frente al caso y asumir su propia responsabilidad y las  consecuencias, de distinto orden, que genera su actitud valiente.

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