Los fenómenos socioculturales,
por pertenecer a un amplio abanico inter y transdisciplinario, permiten varias opciones
de observación, interpretación e intervención y tienen un componente primordial
y es la actitud, que frente a ellos, asume el sujeto que los vivencia.
De ahí que pueda plantearse el
siguiente interrogante ¿Cuál debe ser actitud propia frente al
peligro, a la indignación o a la impotencia que representa para el presente y futuro social
de determinado grupo como fenómeno sociocultural?; pero debe agregarse que “interactuar en las
prácticas sociales” locales relacionadas con labores comunales y con acciones de
promoción de liderazgos hoy no es tarea fácil; por el contrario implica
comprometer hasta los propios principios en aras de intereses individuales o de
organizaciones “politiqueras” y se depende de lo que diga el Diputado, el
Representante o el Senador de la región, interesado en manipular para mantener
su acción de dominación y acrecentar su “feudo electoral”.
Los líderes sociales de décadas
anteriores luchaban, junto a sus comunidades, en verdaderas acciones comunales,
como por ejemplo la construcción de la escuela, el salón comunal o la
capilla, la construcción de alcantarillados, redes de acueducto y
alumbrado público, la construcción y mantenimiento de caminos y carreteras
veredales, los campos deportivos y muchas otras acciones en beneficio de sus
gentes con bazares, fiestas y jolgorios, jornadas de salud, de capacitación, de
esparcimiento, sin distingo alguno de condición social o económica; sábados y
domingos eran entregados, con alegría y gusto, a estos menesteres, compartiendo
una olla común en la cual siempre había un plato más.
Estas prácticas sociales y su
discurso, como acción histórica del sujeto, cumplían con lo que según Hugo
Zemelman, requiere un discurso con sujeto actuante y una construcción, no de
sujetos ilustrados, sino de sujetos con “capacidad de construir con
inteligencia, voluntad, emoción y compromiso”. Lo mismo sucedía con quienes
eran distinguidos como representantes de su pueblo en los Concejos Municipales;
fueron honestos, leales y comprometidos con proyectos, programas y planes de desarrollo
en pro del interés general.
Hoy, desafortunadamente, las
circunstancias son otras; el líder comunal, en muchos casos, ya no tiene
en la mira la lucha por su comunidad, sino su propia promoción
dentro de grupos económico políticos que los absorben para que les trabajen en
la consecución de los votos que los consolidan y que amarran la contratación
pública y por lo tanto corrompen sus conciencias.
El sujeto histórico debe
plantarse frente al caso y asumir su propia responsabilidad y las
consecuencias, de distinto orden, que genera su actitud valiente.
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